Sanar nuestro niño herido

Cuando desde chicos aprendemos que nuestras emociones no son válidas, al llegar a la adultez, nos cuesta distinguir lo que sentimos.

Volver a conectar con nuestras emociones y darles validez.
Primero tenemos que saber cuales son nuestras emociones y cuales anulamos o no dejamos que sean por vergüenza, por temor al que dirán o porque en nuestra familia no estaba permitido ser de esa manera.
 
Lleva tiempo entender que nos pasa y reconectar con ese sentir. A veces duele, duele darte cuenta que dejaste a esa niña o a ese niño herido que fuiste y lo olvidaste en el camino. Dejar partes nuestras heridas es común en muchas de nuestras historias, quizás porque nuestros padres también fueron niños desamparados y no sabían qué hacer con nuestras emociones.
 
Hoy como adultos, tenemos la posibilidad de conectar con ese niño herido, esa niña herida y decirle, “Acá estoy para vos, hoy puedo escucharte, ¿qué quisieras decirme?”
Reconectar con nuestras emociones y poder disfrutar hasta de esa tristeza, de es temor, reconocer ese miedo, integrarlo, abrazarlo, darle lugar, y recomponer las piezas de esa niña o ese niño herido para así pararnos más fortalecidos, rellenando esos agujeros con amor y ternura.
 
Recomponiendo a mi niña herida con amor, Renée
Compartir: